jueves, 29 de marzo de 2012

24. Vivencias de xīn líng 心灵

Al llegar el viernes, Xīn líng siente un cosquilleo excitante y placentero, como si alguien diminuto se contonease por su interior. Tiene la sensación de entrar en un recinto suntuoso con salones plagados de misterios. Los viernes abren el pórtico al poderoso fin de semana, que amanece siempre vestido de gala.
Para Xīn líng pasear en un día festivo junto a Dàhǎi, su padre, es como descubrir que el sol, cuando nada le desorienta, se inclina quitándose el sombrero a su paso, y la rodea con brazos cálidos y generosos. Es como sentir que la luna, aún entre bastidores, trata de despistar al tiempo y alargar el día.
Por entre el ajetreo de las calles fluyen preludios de voces y sonidos que se desparraman por plazas y jardines, con tal intensidad de matices, que pareciera que una batuta invisible los estuviera dirigiendo.
Al llegar la noche del domingo, Xīn líng accede dócilmente al cerebro, y se deja arrastrar por el suave ronroneo de las palabras. Las Diosas Venus y Selene deseándole felices sueños, dejan fluir, a modo de cascada desde el Olimpo, sus conocimientos más puros, colando entre ellos la caricia de un beso.
El viernes es el preámbulo de una realidad distinta, donde todo es posible. El lunes, por el contrario, entras en un mar en calma, con la única zozobra de la intención caprichosa del mundo.
Dàhǎi. (大海) Significa el gran mar”

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